Volverán los días del cóndor
“La tradición no se
hereda se conquista.”
André Malraux
Me
perdía horas enteras volando en las cañadas y quebradas, viendo el horizonte,
flotando entre las nubes. Sentía
el viento, la fría neblina, las dulces nubes, acariciando mis plumas fuertes y
recias.
Volaba,
entre cóndores y yo era un cóndor.
Mis padres
estaban preocupados, el chaman de la aldea decía que estábamos bendecidos, que
yo era una mujer cóndor, que volaba y traía las lluvias que purificaba el
mundo. Pero mis padres estaban preocupados, le decían, que el espíritu de la
gran ave me poseía en cualquier momento, que mi cuerpo temblaba y que mi
espíritu se perdía.
El
chaman entonces, a pedido de mis padres, fabricaba una estatuilla de mujer, con rostro
de ave. La pasaba por mi cuerpo y decía las palabras rituales, luego soplaba el
sagrado silbato, llamando al viento y a la lluvia pidiendo al espíritu de la
gran ave que nos protegiera, bailaba horas y entraba en trance buscando respuestas
en las quebradas lejanas y oscuras.
Cuando
volvía en sí, solo decía que el ave no le había contestado, que él la buscaba
pero ella no aparecía. Se negaba a contestar. Les decía entonces a mis padres
que yo era la elegida del cóndor pero que el ave no le mostraba sus designios.
Los
años pasaron, y crecí. Mi pueblo se acostumbro a mi transformación. Me hicieron
un tocado, y una máscara, para cuando yo viajaba transformada.
Cuando
despertaba, les contaba, que había visto al puma acechando. Que los cuises
corrían en los llanos. Que la nieve era abundante y que las nubes se acercaban.
Les
hablaba sobre el hermano jaguar, oculto y
poderoso. Sobre lagunas y ríos secretos, pasajes y caminos donde la caza
era abundante. Vigilaba las caravanas de los comerciantes que llegaban del rico
norte.
Así, mi
vida tan extraña, llego a ser útil a mi pueblo. Durante muchos años prosperamos
con la ayuda del cóndor.
Un día
mientras volaba, observé algo lejano, brillante. Me
acerqué planeando a gran altura, en círculos. Allí abajo, había hombres, o parecían hombres,
vestían cascos y ropajes extraños. Viajaban con extraños animales, más grandes
que las llamas, mucho más. Estos animales podían cargar hombres encima.
Desperté.
Pero cuando quise contar lo que había visto al chaman, no pude explicarlo. Con
los años, me había vuelto cada vez más ave y menos humana. Era fácil para mí,
danzar y hablar del clima, o de la caza o de caminos nuevos. ¿Pero cómo explicar
lo que había visto? No pude hacerlo, todos vieron mi agitación, pero no
entendieron.
Volví a
volar, y busque a los extraños. Para mi horror vi al clan del norte, nuestros
vecinos, atacado. Los hombres y mujeres, muertos o hechos prisioneros, sus
casas y cuevas quemados y saqueados. Volé, volé alto y lejos, por primera vez, lloré como cóndor. Lloré de impotencia,
largas horas, mientras volaba cada vez más lejos y más alto. ¿Cómo ayudaría a
los míos de los terribles hombres que se
cercaban? Finalmente extenuada, me posé en la inaccesible ladera, casi en la
cumbre y allí me dormí.
Desperté,
por primera vez, desperté completamente.
Era un
cóndor.
Todos estos años, había soñado que era una
humana que soñaba ser un cóndor, pero la realidad era más profunda.
Ya no
podría ayudar a mi aldea.
La
mayoría de ellos morirían, pero la sangre continuaría de alguna forma
Los cóndores
también morirían y desaparecerían de las quebradas, pero en mi última
ensoñación, sentí que los cóndores también algún día volverían.
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