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jueves, 4 de septiembre de 2014

Volverán los dias del cóndor


Volverán los días del cóndor


La tradición no se hereda se conquista.

  André Malraux



Me perdía horas enteras volando en las cañadas y quebradas, viendo el horizonte, flotando entre las nubes. Sentía el viento, la fría neblina, las dulces nubes, acariciando mis plumas fuertes y recias.
Volaba, entre cóndores  y yo era un cóndor.

Mis padres estaban preocupados, el chaman de la aldea decía que estábamos bendecidos, que yo era una mujer cóndor, que volaba y traía las lluvias que purificaba el mundo. Pero mis padres estaban preocupados, le decían, que el espíritu de la gran ave me poseía en cualquier momento, que mi cuerpo temblaba y que mi espíritu se perdía.

El chaman entonces, a pedido de mis padres,  fabricaba una estatuilla de mujer, con rostro de ave. La pasaba por mi cuerpo y decía las palabras rituales, luego soplaba el sagrado silbato, llamando al viento y a la lluvia pidiendo al espíritu de la gran ave que nos protegiera, bailaba horas y entraba en trance buscando respuestas en las quebradas lejanas y oscuras.

Cuando volvía en sí, solo decía que el ave no le había contestado, que él la buscaba pero ella no aparecía. Se negaba a contestar. Les decía entonces a mis padres que yo era la elegida del cóndor pero que el ave no le mostraba sus designios.

Los años pasaron, y crecí. Mi pueblo se acostumbro a mi transformación. Me hicieron un tocado, y una máscara, para cuando yo viajaba transformada.

Cuando despertaba, les contaba, que había visto al puma acechando. Que los cuises corrían en los llanos. Que la nieve era abundante y que las nubes se acercaban.

Les hablaba sobre el hermano jaguar, oculto y poderoso. Sobre lagunas y ríos secretos, pasajes y caminos donde la caza era abundante. Vigilaba las caravanas de los comerciantes que llegaban del rico norte.
Así, mi vida tan extraña, llego a ser útil a mi pueblo. Durante muchos años prosperamos con la ayuda del cóndor.

Un día mientras volaba, observé algo lejano, brillante. Me acerqué planeando a gran altura, en círculos.  Allí abajo, había hombres, o parecían hombres, vestían cascos y ropajes extraños. Viajaban con extraños animales, más grandes que las llamas, mucho más. Estos animales podían cargar hombres encima.
 
Desperté. Pero cuando quise contar lo que había visto al chaman, no pude explicarlo. Con los años, me había vuelto cada vez más ave y menos humana. Era fácil para mí, danzar y hablar del clima, o de la caza o de caminos nuevos. ¿Pero cómo explicar lo que había visto? No pude hacerlo, todos vieron mi agitación, pero no entendieron.

Volví a volar, y busque a los extraños. Para mi horror vi al clan del norte, nuestros vecinos, atacado. Los hombres y mujeres, muertos o hechos prisioneros, sus casas y cuevas quemados y saqueados. Volé, volé alto y lejos,  por primera vez, lloré como cóndor. Lloré de impotencia, largas horas, mientras volaba cada vez más lejos y más alto. ¿Cómo ayudaría a los míos  de los terribles hombres que se cercaban? Finalmente extenuada, me posé en la inaccesible ladera, casi en la cumbre y allí me dormí.

Desperté, por primera vez, desperté completamente.

Era un cóndor.

 Todos estos años, había soñado que era una humana que soñaba ser un cóndor, pero la realidad era más profunda.

Ya no podría ayudar a mi aldea.

La mayoría de ellos morirían, pero la sangre continuaría de alguna forma

Los cóndores también morirían y desaparecerían de las quebradas, pero en mi última ensoñación, sentí que los cóndores también algún día volverían.

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