EL protocolo de Wu Wei
Maquiavelo
Wu Wei, había
conquistado miles de sistemas estelares. Durante milenios, había ido
perfeccionando sus sistemas de asedio y persuasión. Un maestro de la guerra y
la diplomacia.
Al principio,
sitiar un planeta y lograr su rendición le llevaba siete días aproximadamente.
Cuanto más duraba el sitio, más radicales eran sus métodos. Si en cambio, los
sistemas se rendían antes, la magnanimidad de Wu Wei ante sus nuevos súbditos
era manifiesta.
Con el tiempo,
la invencibilidad de Wu Wei se hizo legendaria y los planetas, resignados,
se rendían luego de una resistencia simbólica.
La generosidad
de Wu Wei se hizo conocida en la galaxia entera.
Su marcha
imparable, no conocía límites.
Sin embargo un
planeta, no capitulaba, no respondía a ninguno de los sistemas conocidos de
comunicación galácticos. Desde los más simples y evidentes, hasta los más amenazantes.
Señalización con rayos cósmicos, patrones de aureolas boreales y australes,
aparición de manchas solares, tormentas solares, terremotos, tsunamis y calentamiento
planetario. Nada funcionaba. Este pequeño planeta no respondía, no se sometía
ante el invencible Wu Wei.
Cansado de
esperar a los embajadores en su nave insignia, Wu Wei, decidió ir en persona al planeta y transmitir sus términos ante
sus representantes.
Preparó, su
pequeña pero poderosa nave unipersonal, y descendió velozmente sobre el mundo
que no respondía ante el conquistador galáctico más poderoso en un millón de
años.
Aterrizó, en una
zona despoblada, seguramente los sistemas planetarios habían detectado a su
nave imperial y vendría a entrevistarse de inmediato. Después de todo, su nave
había destacado con una parafernalia, de partículas subatómicas extremadamente
inestables. Eso debería llamar la atención hasta el más primitivo sistema de
comunicaciones.
Wu Wei salió de
su nave, desarmado, así lo requería una embajada imperial. Todos en el universo
lo sabían.
La noche era hermosa
y las estrellas brillaban. Su vello corporal, se erizó, en contacto con la fría
atmosfera. Las piedras estaban calientes, seguramente habían acumulado calor
durante el día. El aroma era penetrante, las resinas perfumadas de la
vegetación llenaron sus sentidos, he hizo viajar su imaginación hasta su
planeta natal, el lejano y antiguo Xelidoor.
Wu Wei amaba el cielo estrellado, le
recordaba, sus responsabilidades, sus súbditos, todo lo que aún faltaba por ver
y conquistar.
Mientras
descendía, había visto ciudades iluminadas, estos seres no amaban a las
estrellas. Que derroche de energía, sentía el miedo que estos seres tenían por la oscuridad, por la sagrada noche. Una mueca
de disgusto cruzo su cara.
Wu Wei, activó
su traductor universal, sería muy severo pero justo con estos primitivos.
Continuó
avanzando por el paisaje, la negrura todo lo cubría, pero la luz de las estrellas
para sus sensibles ojos era más que suficiente.
Algo le llamo la
atención, un sistema antiquísimo de señalización, un cartel, pintado. Su
traductor descifró rápidamente los signos y símbolos.
“Peligro, no
pasar, Frontera” y mas allá otro, “Alto, no pasar, guardias armados”
Wu Wei, no lo
podía creer, estaba en estado de shock.
Estaba en peligro,
en un terrible peligro. Estos seres eran increíblemente primitivos, aún tenían
fronteras internas, se mataban entre ellos y él estaba desarmado.
De pronto, un
ruido, un vehículo se acerca y dos luces se proyectan sobre el campo. Asustado
Wu Wei, empezó a correr, tratando de llegar a su nave.
Escuchó sonidos
guturales, voces de alto, imperativas, violencia. Uno, dos estruendos.
Wu Wei cae
herido, moribundo, sin coraza protectora que lo protegiera estaba completamente
indefenso ¿Quién se atrevería a herir al emperador del universo?
Con sus últimas
fuerzas, vio a los seres bípedos, de piel descubierta y sin pelos que se
acercaban. Parecían llevar un atuendo, un uniforme. Estos seres no solo temían
a la noche, sino que también negaban su desnudez, el contacto con su medio.
Barreras, fronteras,
luz para negar el ciclo día-noche, armas que utilizaban sin pensar o medir las
consecuencias.
Estos seres olían
a miedo en todo su ser.
Wu Wei, en sus
últimos momentos de consciencia, vio a los brutos que se acercaban. Humanoides,
primitivos más allá de toda explicación.
Se acercaron aún
más y Wu Wei pudo entender lo que decían.
-Que animal más
raro Dany, nunca había visto algo igual- Dijo el primer hombre que se
acercaba-. Mira que pelo más extraño. Cuando lo vi desde lejos estaba,
caminando erguido en dos patas. Pensé que era un espalda mojada. Pero luego
cuando gritamos se puso en cuatro patas y empezó a correr como endemoniado.
-Si Carl, parecía
un oso- Dijo el otro guardia-. Pero es muy extraño. Mira su cara, es casi
humano, una mezcla de negro con chino, que feo que es. Tómale una foto, la
subiremos a la red. Su cabeza será un buen trofeo junto a la chimenea.
Wu Wei, perdió la
consciencia y el protocolo final se activó. La sonda nanocerebral, envió todos
los datos, emociones y experiencias de Wu Wei a uno de los cientos de clones de
reposición que esperaban en la nave insignia de la flota.
Por otra parte
la “muerte” del emperador, en una embajada diplomática, no podía ser tolerada.
El pequeño planeta fue irradiado con microondas, sus mares vaporizados y todos
sus seres vivos hasta el nivel unicelular exterminados. Una forma cruel de
escarmiento, pero que el resto de la galaxia no olvidaría.
Wu Wei, en su
nuevo cuerpo, estaba contrariado y satisfecho a la vez. Contrariado porque sus
especialistas en culturas primitivas habían perdido una excelente oportunidad
de estudio. Estos seres eran los más salvajes y primitivos que se habían
encontrado. Una verdadera lástima.
Satisfecho, porque había actuado bajo la ley imperial y había realizado
un pequeño sacrificio por su pueblo.
Ahora no sólo
sería temido sino también amado, tal vez, su más grande triunfo sin habérselo propuesto.
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