La Nave
“El ser humano es un
experimento; el tiempo demostrará si valía la pena”.
Mark Twain
El vehículo era gigantesco, de un color negro que parecía
absorber toda la luz que lo rodeaba.
Había aterrizado en una zona deshabitada, una gran pradera salvaje, pero aún así había arrasado con kilómetros de terreno.
Inmediatamente se reunió un comité de expertos que durante semanas estudió el exterior, mientras el vehículo se
enfriaba lentamente.
El material externo estaba hecho de algún tipo de polímero, capaz
de cambiar de estado. La superficie absorbía la radiación, pero según la
longitud de onda absorbida, en algunos
casos, emitía una débil fluorescencia. También en forma inesperada, la nave
parecía brillar en su interior, con una breve pero brillante sinfonía de
colores. Otras veces, cuando el crepúsculo llegaba, la nave respondía con un
contrapunto de formas y colores.
En general la nave era silenciosa y negra como el interior
de una pirámide, pero en ciertas ocasiones ante el canto de un pájaro, la nave
parecía reírse o producir un “ohhhh” de asombro. En las noches con luna, la
nave brillaba o reflejaba las estrellas pero moviéndose a gran velocidad como
si el tiempo pasara rápidamente.
Los días de lluvia y tormenta eran espectaculares y
aterradores, pues la nave emitía rayos y las nubes parecían pasar a cientos de
kilómetros por hora en su superficie. Nadie sabía si eran imágenes o
simulaciones de algún tipo generadas en el interior de la nave.
Fue maravilloso cuando llegó la primavera, y las primeras
flores se abrieron cerca de la nave. Esta inicialmente copiaba formas y
colores, pero un día los sensores
detectaron una corriente de aire que parecía entrar en la nave, a través de su
superficie. Los investigadores que estaban cerca sintieron el perfume de las
flores, pero con delicadas variaciones, profundas y sutiles. Los pocos que
pudieron sentirlo relataban que la experiencia les había cambiado la vida.
Algunos expertos creían que la nave era en realidad un ser
viviente que intentaba comunicarse con nosotros, apoyaban esta conclusión en el
estudio de las formas y símbolos que a veces aparecían brevemente en la
superficie del aparato.
Sin embargo no había un consenso generalizado. Lo más
sorprendente seguía siendo la falta de respuesta ante cualquier intento de
comunicación. La nave nunca respondía a nuestros estímulos. Pero ante la brisa,
el amanecer o una tormenta la nave imitaba sonidos formas y colores, inclusive
cuando un ave o una hormiga se acercaban, el vehículo cambiaba su luminosidad.
EL único fenómeno ignorado, era el ser humano mismo.
Con el tiempo la nave se enfrió lo suficiente para realizar
un examen a corta distancia, de esta forma pudimos observar una entrada o hueco
en uno de sus costados. Nadie sabía cómo se había producido, si se había
abierto de repente o si había sido producto del impacto contra la tierra o con
un objeto en el espacio.
Finalmente, el comité recomendó que un grupo calificado
explorara la estructura y penetrara en su interior.
Fueron seleccionados de acuerdo a nacionalidades y campo de
estudio.
Programadores, historiadores, físicos, químicos, biólogos, ingenieros,
filólogos, también militares y políticos. De varios países y culturas
diferentes.
Ingresaron a la estructura, que por primera vez se iba
iluminando débilmente cuando pisaban la superficie, por otra parte más negra
que cualquier material existente.
Parecía ser, un polímero líquido pero capaz de comportarse
como una cerámica o de vitrificarse inclusive. A los biólogos les recordó
ciertas propiedades de las membranas biológicas.
A medida que ingresaban en la nave, se hacía evidente su
complejidad. No era de diseño humano evidentemente. Los investigadores tenían
la impresión de ingresar en un organismo viviente, algo parecido a una botella
de Klein o a un tubo dentro de un tubo, como un celoma en los seres vivos. EL
material negro pero traslúcido confundía los sentidos, saturaba de información a
los pobres cerebros humanos que interpretaban como podían lo que estaban
viendo.
Luego de horas de caminar por los conductos de la nave, no habían
descubierto nada.
No había mensajes, ni terminales de computación, ni ningún ser
viviente, más allá de la nave misma, si es que lo era.
Finalmente, llegaron a una cámara muy amplia, débilmente
luminiscente con destellos dorados. En el centro había una especie de pedestal
circular u ovalado y suspendido sobre éste una gran estructura ovoide, del
mismo material oscuro, pero en un estado cambiante como un gel viviente.
Fue asombroso, ante los ojos de los presentes se materializó un hombre, en posición fetal,
tenía los ojos cerrados y sus tejidos parecían transparentes, todo estaba hecho
del mismo material de la nave pero brillaba levemente. Podíamos verlo con
increíble detalle, tanto sus rasgos como sus órganos. Superpuesto o dentro de él se observaba una cinta, como una
cinta de Moebius, pero infinitamente más compleja, parecía tener escrito
símbolos o números, algo similar a un código binario o escritura cuneiforme,
probablemente un código con billones de caracteres. Nadie podía precisar si el
código estaba en el interior del hombre o si estaba tatuado en su piel, era
algo increíble y cambiante.
Lentamente la imagen
se transformó, aparecieron moléculas autorreplicantes, luego células, seres
primitivos, todo se modificaba a increíble velocidad y armonía. Con cada salto
evolutivo se producían nuevos pliegues, giros y cambios en la cinta. Rápidamente aparecieron los primeros
animales, peces, anfibios, reptiles y mamíferos, por último el hombre.
De pronto, la cinta de Moebius dejo de moverse, y claramente
podía verse en la cinta la cifra en años que habían transcurrido desde la
primera célula hasta la aparición de los seres humanos, casi cuatro mil millones
de años. A pesar de sus diferentes formaciones y culturas todo el equipo de
investigación había interpretado lo mismo.
La imagen tridimensional quedó en espera, mientras un punto
titilaba, tal vez alguien en algún lado meditaba una decisión.
Tres segundos que fueron eternos, la figura humana se
fue apagando lentamente y la más
absoluta oscuridad llenó la estancia. Luego, todos los seres humanos en la
cámara escucharon una voz directamente en su corteza auditiva, cada uno en su
idioma.
-Experimento 1014350050688939393920202020…terminado-.
Nadie pudo verlo, pero si algún observador exterior hubiera
estado en luna, habría visto cómo la tierra estallaba en una vibrante lluvia de
colores.
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