Holograma
"El único problema filosófico
verdaderamente serio es el Suicidio. Juzgar si la vida es o no digna de vivir
es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas".
Albert Camus
Krobos, nació
con el universo.
Desde el
principio su signo fue la destrucción, la destrucción del universo todo.
Viajó de galaxia
en galaxia buscando el secreto que se ocultaba. Meditó en planetas
en formación, observando el comienzo de la vida, sin intervenir.
Contempló la
formación de anillos planetarios, buscando conocer las ecuaciones del orden y
el caos. Se maravilló con
amaneceres imposibles, pero su mente era fría y su determinación implacable.
Meditó en los núcleos
profundos de planetas gigantes, que harían palidecer a nuestro monstruoso Júpiter.
Caminó sobre
desiertos de sal, en planetas muertos hace millones de años.
Descansó absorbiendo energía en la corona
estelar de gigantes azules.
Estático,
contempló y aborreció, los gigantes
agujeros negros del centro de las galaxias.
Durante miles de
millones de años, acumuló conocimientos, sin descubrir como destruir el
universo.
Viajó y viajó,
sin descanso, hasta confundir su mente y su voluntad.
Quince mil
millones de años, millones de galaxias y planetas, Krobos lo conocía todo del
universo que deseaba destruir, todo, menos la forma de extinguirlo.
Esperó y
observó. La vida se hacía más compleja. Apareció la inteligencia, al principio débilmente,
luego creció y se expandió.
Nacieron
imperios y murieron. Una y otra vez.
El hastío, y la
repetición alejaron a Krobos de los planetas donde la vida florecía. Se apartó
durante mucho tiempo de los planetas con vida inteligente. Pues él era el
destructor de mundos, su destino era aniquilarlo todo, y le parecía una
traición observar las pequeñas y deslumbrantes historias que tejían los seres
vivos.
Cansado y
desesperado, llego al pequeño e insignificante planeta azul.
Observó desde el
cielo una pequeña isla, de inmensa y rica cultura.
El, que había
visto tanto, se sorprendió de su originalidad y vitalidad.
Observó la
disciplina del guerrero, del samurái.
Esta gente,
estos humanos, le mostraron la forma de destruir el universo.
El conocía los
secretos, de la energía y de la materia, el pasado, el presente y el futuro del
universo. El era, en cierta forma, el universo. Pero había fracasado en su misión,
no podía destruirlo. Había fallado. Su existencia no tenía sentido. Era lo que
necesitaba aprender.
Krobos, formó
cuerdas elementales y las tejió en millones de capas y trenzas formando la
espada capaz de atravesar la piel de un dios.
Krobos, realizó
seppuku.
Terminar con su
existencia era terminar con el universo.
Cuando la la
katana indestructible, corto la piel de Krobos, se rompió la tela del universo.
Brotó imparable, en una nueva explosión
primigenia, un nuevo universo.
Desde el viejo
universo, la herida de Krobos era un agujero negro, más allá del horizonte, un
nuevo universo nacía, una proyección que crecía y se expandía, de todo lo que
Krobos había aprendido y viajado.
Krobos el
destructor, Krobos el suicida, Krobos el creador.
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