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sábado, 6 de septiembre de 2014

Holograma



 

Holograma

"El único problema filosófico verdaderamente serio es el Suicidio. Juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas".

Albert Camus

Krobos, nació con el universo.

Desde el principio su signo fue la destrucción, la destrucción del universo todo.

Viajó de galaxia en galaxia buscando el secreto que se ocultaba. Meditó en planetas en formación, observando el comienzo de la vida, sin intervenir. 

Contempló la formación de anillos planetarios, buscando conocer las ecuaciones del orden y el caos. Se maravilló con amaneceres imposibles, pero su mente era fría y su determinación implacable. 

Meditó en los núcleos profundos de planetas gigantes, que harían palidecer a nuestro monstruoso Júpiter.

Caminó sobre desiertos de sal, en planetas muertos hace millones de años.
 
Descansó absorbiendo energía en la corona estelar de gigantes azules.

Estático, contempló  y aborreció, los gigantes agujeros negros del centro de las galaxias.
Durante miles de millones de años, acumuló conocimientos, sin descubrir como destruir el universo.

Viajó y viajó, sin descanso, hasta confundir su mente y su voluntad.

Quince mil millones de años, millones de galaxias y planetas, Krobos lo conocía todo del universo que deseaba destruir, todo, menos la forma de extinguirlo.

Esperó y observó. La vida se hacía más compleja. Apareció la inteligencia, al principio débilmente, luego creció y se expandió.

Nacieron imperios y murieron. Una y otra vez.

El hastío, y la repetición alejaron a Krobos de los planetas donde la vida florecía. Se apartó durante mucho tiempo de los planetas con vida inteligente. Pues él era el destructor de mundos, su destino era aniquilarlo todo, y le parecía una traición observar las pequeñas y deslumbrantes historias que tejían los seres vivos.

Cansado y desesperado, llego al pequeño e insignificante planeta azul.

Observó desde el cielo una pequeña isla, de inmensa y rica cultura.

El, que había visto tanto, se sorprendió de su originalidad y vitalidad.

Observó la disciplina del guerrero, del samurái.

Esta gente, estos humanos, le mostraron la forma de destruir el universo.

El conocía los secretos, de la energía y de la materia, el pasado, el presente y el futuro del universo. El era, en cierta forma, el universo. Pero había fracasado en su misión, no podía destruirlo. Había fallado. Su existencia no tenía sentido. Era lo que necesitaba aprender.

Krobos, formó cuerdas elementales y las tejió en millones de capas y trenzas formando la espada capaz de atravesar la piel de un dios.

Krobos, realizó seppuku.

Terminar con su existencia era terminar con el universo.

Cuando la la katana indestructible, corto la piel de Krobos, se rompió la tela del universo.
 Brotó imparable, en una nueva explosión primigenia, un nuevo universo.

Desde el viejo universo, la herida de Krobos era un agujero negro, más allá del horizonte, un nuevo universo nacía, una proyección que crecía y se expandía, de todo lo que Krobos había aprendido y viajado.

Krobos el destructor, Krobos el suicida, Krobos el creador.

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