Perfección
“Hay quienes
se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos.”
Hermann
Hesse
"El ser humano no sólo es el único ser que conozcamos capaz de preguntar ¿Por qué? también puede sobrevivir a la respuesta"
Magnus Bolfort
"El ser humano no sólo es el único ser que conozcamos capaz de preguntar ¿Por qué? también puede sobrevivir a la respuesta"
Magnus Bolfort
El Dr. Albornoz estaba satisfecho con su vida, había contribuido
significativamente al avance de la medicina. Gracias a él y miles de colegas en
todo el mundo, se había logrado erradicar un gran número de dolencias, pero el avance
no había sido definitivo.
La población humana seguía creciendo, y seguían naciendo miles y miles
de niños con diferentes enfermedades genéticas. Según Albornoz, tanto nuestros
genes como nuestro sistema inmune, eran débiles e imperfectos. Susceptibles de
ataque por agentes infecciosos, y con la vejez indefectiblemente comenzaban a
fallar.
Albornoz se propuso llevar a la humanidad a un nuevo nivel de
desarrollo.
Le llevó décadas de trabajo e investigación pero finalmente logró crear
un patrón genético compatible con todos los seres humanos. Una especie de
esqueleto genómico adaptable a todos los seres humanos.
Los padres que quisiera concebir utilizando este patrón, también podrían
elegir, raza, sexo, y cientos de otras características, como el color de ojos,
del pelo y tono de piel. De esta forma
los niños podían verse parecidos a sus “progenitores”.
Los que utilizaran este patrón, no tendrían enfermedades hereditarias,
no conocerían el cáncer y envejecerían lentamente. Estarían libres de enfermedades,
de errores genéticos y con un sistema inmune reforzado.
Un elevado coeficiente intelectual
y memoria eidética, estaban garantizadas, pues se habían potenciado
receptores, producción de neurotransmisores, circuitos y vías cerebrales
relacionadas con la inteligencia y la memoria.
Inicialmente los padres se resistieron, pues los hijos que nacieran no
serían verdaderamente sus hijos “genéticos”, sino un patrón idealizado de la
perfección física y mental. Pero los beneficios eran tan impresionantes que
rápidamente a la mayor parte del planeta tenía hijos por este método.
El Dr. Albornoz, murió, feliz. Había derrotado a muchas de los grandes
males del mundo. La humanidad libre de enfermedades podría seguir avanzando a
nuevas y más brillantes metas. Y así lo hizo.
Una de las consecuencias más importantes, de la utilización de los
patrones, fue que el sexo, dejó de ser necesario para la reproducción. Los
lazos familiares se hicieron más laxos, los padres ya no tenían la misma
conexión con sus “hijos”.
Con el tiempo los adultos, se sumergieron más y más en el trabajo y en
viajes, cualquier cosa que llenara sus vidas. El sentido de vivir se había
perdido aunque nadie en el planeta se había dado cuenta. Todos eran
aparentemente más felices, todo era mejor y más perfecto que antes.
Los padres, cada vez dedicaban menos tiempo a los recién nacidos. ¿Quién
querría ocuparse de un bebé que no controla sus esfínteres, no camina y no
habla?. Era una pérdida de tiempo.
Las granjas productoras de patrones, dieron el siguiente paso. Las
madres que no quisieran ser implantadas, podrían optar por niños que sufrían
una maduración acelerada. El embrión era criado y educado en la granja, le llevaba seis meses producir
un niño de dos años. En el aspecto físico el niño ya caminaba y controlaba
esfínteres.
Los padres estaban maravillados. La educación en la granja mediante estimulación cerebral
directa era insuperable. Recibían un niño de dos años, que literalmente ya
sabía tres idiomas y tenía un nivel de matemáticas de escuela primaria. No
había que cuidar de niños recién nacidos, las familias estaban planificadas
hasta el último detalle. Todas eran ventajas.
Un pequeño contratiempo era que los niños lloraban, y hacían ruido. Les
llevaba unas semanas adaptarse al mundo real. Extrañaban la incubadora y la
conexión neural directa.
Mientras tanto, la familia seguía cambiando, con los años las relaciones
entre “padres”, “abuelos” y “nietos” casi desaparecieron. Sin lazos genéticos, la
familia se derrumbó como un castillo de naipes.
En pocas décadas se dieron grandes avances. Los padres ya no tenían que
preocuparse de niños de dos años que incomodaban en las vacaciones. ¿Quién podía
ir a esquiar o a un crucero, con niños de dos años? ¿O ir a un restaurante
elegante?
La maduración, fue acelerada y perfeccionada, en un año en la granja,
los patrones crecían hasta lo que normalmente llevaba cinco años. Era mucho
mejor, niños más grandes, más maduros.
El concepto de primera infancia se volvió obsoleto, industrias enteras
desaparecieron, así como ramas enteras de la literatura y el entretenimiento.
La eficiencia de la sociedad en su conjunto aumentó aceleradamente.
Sin embargo seguía habiendo problemas, los niños entraban en una etapa
que lejanamente, se la había designado como adolescencia. Las dificultades en esta
fase se hicieron insoportables como consecuencia de la falta de interacción con
otros humanos hasta la maduración cerebral. La frialdad, la rebeldía y la
violencia fué en aumento.
Los “padres” no querían lidiar con jóvenes, que no obedecían leyes, ni
sabían comportarse y que en ocasiones eran claramente violentos.
El siguiente paso estaba claro, los diseñadores no repetirían los
errores de otras civilizaciones. Las granjas, aceleraron aún más los mecanismos
de maduración, así como la educación neural directa. La violencia fue suprimida
mediante un implante cerebral, con múltiples funciones. Cada cerebro podía comunicarse,
de ahora en más, con otros directamente a través de la red planetaria. Control
individual y planetario en un solo implante.
Inclusive brindaron al cerebro una familia virtual. Cuando salían de la
granja, aparentaban 18 años, y ya tenían una casa asignada con un compañero de
otro sexo.
Así las diferentes cohortes no necesitaban interactuar directamente. La
dolorosa búsqueda de un compañero sexual, con su carga de frustraciones,
también quedaba atrás.
Esto resolvía varios problemas, la adolescencia en si ya no existía y más
importante aún, la familia en sí pasaba
ser un concepto obsoleto, palabras como “madre” y “padre” pasaron a ser
atavismos sin sentido.
Con el tiempo, los sociólogos se dieron cuenta que era un error seguir
produciendo seres humanos sexuados, ya que éste había perdido su sentido
biológico. Los jóvenes y adultos no lo practicaban, toda su búsqueda de placer,
se había concentrado desde muy pequeños en el mundo virtual. Por lo tanto, el
siguiente paso fue eliminar el sexo. Los embriones empezaron a ser producidos
en una forma inmadura, no diferenciada, asexual. Fue un gran paso, muy
valiente, la humanidad se había desprendido de uno de sus últimos vestigios de
su ser animal.
Sin el sexo, el próximo paso era obvio. ¿Para que seguir produciendo
millones de cuerpos humanos? El diseño era imperfecto. Los cuerpos con los años
envejecían y los seres humanos perdían eficiencia. Se diseñaron cuerpos
sintéticos, capaces de funcionar miles y miles de años, albergando cerebros
humanos cada vez más perfeccionados y longevos.
Con el tiempo, los androides mismos se hicieron obsoletos.
Un tejido cerebral sintético era el próximo y revolucionario paso, un
único cerebro que controlara todo el planeta.
El cerebro planetario se desarrolló durante milenios, explorando el
universo más allá de lo que jamás habrían soñado las débiles mentes humanas.
El último signo de material orgánico, fue reemplazado por un mecanismo
óptico cuántico. El último rastro no ya de humanidad sino de organicidad fue
superado.
El cerebro, era perfecto, todas las preguntas tenían respuesta.
Todas menos una. Una única y acechante pregunta no tenía respuesta.
-¿Por qué?-
La central de energía, podría haber seguido funcionando por miles de millones
de años, pero el cerebro la desconectó, sin energía, el cerebro murió.
Debía ser perfecto o no ser.
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