La Playa
“A partir de
cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar”
Franz Kafka
Glyphoos, nadaba acercándose a la
playa, estaba eufórico.
La abundancia del oxígeno, de
alimento, había descubierto el paraíso.
Su especie, había evolucionado en
las profundidades. Trescientos millones de años de evolución.
Inicialmente eran muy primitivos
y pequeños, sus débiles apéndices, recogían alimento y servían para nadar como
remos. Con el tiempo sus ganglios cerebroides se fusionaron y crecieron.
En pequeñas cuevas desarrollaron
las primeras herramientas. Allí en grandes profundidades dominaron las rocas
ígneas, purificaron metales y los forjaron.
Domesticaron a otras especies,
dominaron la biología y la genética. Construyeron exoesqueletos, de quitina
reforzados, un armazón poderoso para sus débiles cuerpos.
Exploraron, los mares y sus
profundidades. Les llevó miles de años desarrollar los métodos para conquistar
la superficie, el mundo exterior. Sólo se habían acercado con pequeños seres
sintéticos y sensores a distancia.
Glyphoos era el primer exonauta.
Revestido del más sofisticado
exoesqueleto, maravillado por la luz y la riqueza de los mares superficiales,
Glyphoos avizoraba un nuevo horizonte para su especie.
Controló la poderosa armadura que
lo protegía, la más sofisticada máquina creada por su ciencia.
La rompiente y la marea eran
fuertes, la arena era dorada, y la
estrella brindaba gigantescas cantidades de energía.
La atmosfera era delgada, los
colores brillantes, todo era desconocido y maravilloso. Un nuevo universo que explorar.
De pronto, sus apéndice
recogieron vibraciones, algo se acercaba.
Las cámaras exteriores diseñadas
como ojos facetados, percibieron sombras y formas aproximándose.
¿Acaso este mundo estaba habitado
por criaturas inteligentes?
-Mamá, mamá, mira que bicho más
raro- Dijeron los niños casi al unísono, mientras corrían.
La madre de Jorge y Gladis, se
acercó corriendo, sus dos pequeños hijos, podían ser picados o mordidos por
algún animal marino.
Cuando vio la criatura, mezcla de
cangrejo con un primitivo escorpión marino, gritó a sus hijos que se alejaran y
fue en busca de la vieja sombrilla familiar.
Glyphoos, asustado, trató de
escapar, pero la criatura se acercaba a infernal velocidad.
Inició un protocolo de
comunicación, levantando sus pinzas y apéndices y adoptando una postura no
agresiva, inmóvil. Tenía que comunicarse con las criaturas. Simultáneamente
enviaba todos los datos posibles a su base, sus descubrimientos no debían
perderse. El mundo exterior estaba habitado por criaturas inteligentes y potencialmente
agresivas.
La mujer se acercó, el cangrejo
se quedó quieto amenazando con sus pinzas, y ella no lo dudó, le clavó la
sombrilla en el caparazón.
Glyphoos, el primer exonauta, en
shock, sorprendido y malherido trató de escapar de su nave, el exoesqueleto
estaba destruido.
Se arrastró fuera, de la
armadura, pero el sol y la presión exterior, lo quemaron y sus tejidos
hirvieron. No había escape.
La mujer horrorizada, veía como
una criatura salía del cangrejo, sin duda, un parásito. Muchas criaturas marinas
tenían estos horribles engendros dentro de sus cuerpos.
No lo dudó, y de un pisotón
terminó con el miserable ser.
Por la noche cenaron rica carne
de cangrejo.
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