Destructores de Mundos
Anais Nin
“La única razón para que el
tiempo exista es para que todo no
suceda a la vez”
Albert Einstein
La
guerra con los Reptilicones, llevaba ya dos décadas y no marchaba bien. La
flota Gebana no podía evitar las incursiones de los navíos reptilicones, en los
planetas del sistema central.
Todas
las proyecciones indicaban que perderíamos la guerra. En algún momento nuestras
defensas no podrían detener uno de los gigantescos navíos acorazado y este
bombardearía Geb hasta convertirla en un mundo radioactivo, donde no podríamos
vivir.
Nuestros
líderes, cuando no, pensaron que nuestra victoria sobre los reptilicones sería
rápida y rotunda. Nuestra tecnología era más avanzada, nuestras naves más rápidas
y potentes. Nuestra inteligencia, nuestra especie, era desde todos los puntos
de vista superior. Buscamos, queríamos la guerra. ¿Esta estrategia, acaso, no
había dado resultados contra decenas de otras civilizaciones? Pero los
reptilicones eran antiguos, muy antiguos, mucho más de lo que sospechábamos.
¿Quién
hubiera imaginado que su imperio era tan vasto? Sus recursos eran prácticamente
ilimitados. Cada vez que destruíamos una flota, dos tomaban su lugar.
Nuestros
sistemas fueron asaltados y conquistados uno a uno. Los reptilicones tenían la
estrategia de hacer inhabitables nuestros sistemas con una lluvia radioactiva,
con primitivas bombas “sucias” pero a nivel planetario. Ellos aparentemente
ocupaban el planeta, parecían tener una capacidad notable de resistencia a la
radiación. Lo que para nosotros era un arma de destrucción masiva para ellos sólo
era una conversión planetaria a escala
masiva.
Durante
el segundo año de guerra, descubrieron nuestro sistema madre, y toda su
potencia ofensiva, se concentró sobre Geb, nuestro sagrado planeta de origen.
Nosotros ni siquiera habíamos descubierto, las dimensiones exactas de su
imperio. Mucho menos la localización de sus bases, ni su capital.
Nuestra federación planetaria se derrumbó rápidamente.
En
un último recurso desesperado, dos cruceros de ataque el “Antares” y el “Aurora”,
recibieron la orden de realizar un
ataque con misiles cuánticos sobre la colonia avanzada reptilicona de Tau Ceti.
Tratando de demostrar el potencial destructivo de nuestra arma final. Luego
diríamos a los Reptilicones que atacaríamos, todos sus planetas con nuestra
nueva arma. Era solo un engaño, pero era todo lo que teníamos.
Sin
embargo antes de llegar a nuestro objetivo, el crucero Antares fue destruido,
mientras que nuestro “Aurora” fue
severamente averiado. Debimos aterrizar de emergencia sobre el planeta
prácticamente deshabitado CS-103. Digo prácticamente, pues esa roca dura y
fría, tiene sus nativos. Unas interesantes, bacterias metanógenas, inclusive
posee un gran mar salado interior, prácticamente inexplorado.
Los
sistemas del crucero estaban muy mal y los pocos sobrevivientes, sabíamos que
una misión de rescate era prácticamente imposible. Sabíamos que el “aurora”
seria nuestra tumba.
Pasaron
los días, y las noticias que llegaban del alto mando gebiano no eran para nada
alentadoras. Los reptilicones, habían logrado penetrar nuestras últimas
defensas exteriores, no con uno o dos de sus acorazados, sino con una flota
entera, ya no había nada que los detuviera a las lunas exteriores de Hoh y Xiz .
Por otra parte Xarthb el quinto planeta de nuestro sistema con una importante
colonia, estaba indefenso lo mismo que Geb.
Las
noticias de la desesperada defensa de la colonia Xarthbiana fue casi lo último que escuchamos. Luego la
base central informaba que había comenzado el bombardeo de Geb, era el final de
especie humana. Tal vez algunos pocos sobrevivientes en naves colonizadoras
habían logrado escapar. Era imposible saberlo.
En
los restos del “Aurora” podríamos sobrevivir semanas o meses. Pero los sistemas
de seguridad y supervivencia comenzaron a fallar, desapareceríamos con el resto
de la humanidad.
Para
colmo de males, el súper enfriador que estabilizaba el detonador del misil cuántico,
empezó a fallar. Morir asfixiados o en un caos subatómico esas eran nuestras
opciones, no había mucha diferencia. Pero en este planeta había vida, esas
primitivas bacterias y quien sabe lo que habría en ese mar subterráneo.
EL
planeta CS-103, era el cuarto en este sistema de sol amarillo. Demasiado lejano
y frío a su estrella y demasiado pequeño para retener una atmósfera adecuada,
seguramente no podría mantener la vida por mucho tiempo.
¿Pero
quién podría saberlo? Tal vez por cientos o miles de millones de años la vida
podría prosperar en las profundidades, gracias al calor interno y la
radioactividad. Quizá la inteligencia se desarrollara, en ese mar primitivo.
Por eso, me decidí, a tratar de desactivar el misil. La vida merece una
oportunidad.
Es
extremadamente difícil que logre estabilizar el detonador ya que el sistema no
está diseñado para ser detenido, una vez comenzada la reacción en cadena. Debo
alcanzar los circuitos a través de la materia cuántica caótica, mi mano debe
atravesar esa burbujeante nada, donde no existe el tiempo. Sé que no voy a
sobrevivir al intento.
Mi
mano desnuda se sumerge en esa nube que es líquida, gaseosa y sólida a la vez.
Que está prácticamente al cero absoluto y a millones de grados simultáneamente.
Que es nada y todo simultáneamente.
Trato
de alcanzar el interruptor en el fondo del receptáculo, mi mano comienza a
brillar con una luz blanca incandescente, no siento dolor. Veo que mi mano, abarca
estrellas y sistemas, una galaxia entera cabe en mi palma, debo estar alucinando.
Millones de galaxias en la punta de mis dedos, luego siento el material
genético, de mis células, siento que puedo alterarlos a voluntad, también
siento la vida de las extrañas células que viven en el interior de este planeta
árido, son tan pequeñas y débiles.
Toco una o dos moléculas de su material genético,
modifico unos enlaces, acelero la evolución química, unos cientos de millones
de años, trato de darles una oportunidad. Soy como un dios efímero. No sé lo
que hago, nunca fui muy bueno en genética o biología molecular, pero de alguna
forma todo es tan claro en mi mente.
Qué
gran desilusión, veo que pasan las eras, veo que la vida no logrará evolucionar
en este planeta. Sentía en mi delirio que de alguna forma, la humanidad
lograría sobrevivir gracias a las breves instrucciones codificadas que había logrado
introducir en el material genético de los habitantes de CS-103.
Estoy
a punto de desmayarme, y logro apagar el generador cuántico. Mi vida se
extingue pero en ese último chispazo de energía inducida veo pasar los eones en
mi mente, el planeta CS-103, se vuelve rojo y más frio, la vida casi desaparece.
Un cometa impacta contra la superficie ya casi muerta, y millones de fragmentos de CS-103 viajan al tercer planeta
del sistema. Un planeta azul. Dentro de tres mil millones de años los reptilicones ya no
existirán, y la humanidad podría tener una nueva oportunidad.
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