Translate

jueves, 22 de enero de 2015

Zugzwang




Zugzwang

“Yo creía que la ruta pasaba por el hombre, y que de allí tenía que salir el destino”

Pablo Neruda

“Dios conoce el destino de los hombres y de los ángeles, o al menos eso dicen. Tengo mis dudas, tal vez Dios, sólo observa a través de otros ojos”

Magnus Bolfort

Les contaré mi historia, una vez fui un ángel luminoso como otros, amé pero fui rechazado. Mi amor era estéril y en mi desesperación, hice lo que estaba prohibido terminé con mi existencia y me negué a vivir. Así fui el primero en  conocer la sempiterna oscuridad, el frío y la nada.

Dios no conoce el tiempo, sólo vive en la eternidad, por eso es tan afín a los castigos eternos. Volví al plano de la vida, por su poderosa voluntad, pero sólo para llevar la muerte a los hombres. Allí estoy con cada ser humano en el momento de más absoluta soledad, condenado a presenciar cada muerte hasta el fin de los tiempos.

El hombre y sus juegos siempre me han fascinado, especialmente el ajedrez, tan parecido a la vida.

Disfruto especialmente llevar a mis adversarios a una posición de zugwang, donde la obligación de mover es imperativa, donde la misma mano de mi oponente lleva a la muerte a su rey. Es un suicidio obligado, una parábola de la vida, de su sentido intrínseco. Tal vez sólo hago esto para no sentirme responsable, después de todo soy  un mero mensajero.

Allí está el gran Capablanca, el mejor jugador de ajedrez de todos los tiempos. Hace poco sufrió un ataque y su momento está próximo. Ansío tanto esta partida, jugar contra el mejor, nunca he perdido y es la primera vez que siento esta emoción.

Finalmente llega el gran día, Capablanca está tranquilo y acepta jugar, veo el juego a través de sus ojos, con esa mente portentosa. Juega al ataque como siempre, irrefrenable, veloz, sin errores.

¡Qué emoción, estoy atrapado! Finalmente estoy en zugzwang, y dejo caer mi rey. El gran Capablanca, se levanta, me saluda y se aleja caminando, en la niebla, al olvido.

Siempre me ha fascinado los últimos momentos de esa creación portentosa, el cerebro. Las neuronas, luchando contra la falta de oxígeno, esos últimos minutos sublimes.

Capablanca ha alucinado en su delirio postrero, ha soñado que me vencía. Pero en verdad, lo he derrotado fácilmente. No es su culpa, el accidente cerebro vascular, la angustia de la muerte próxima, siempre tengo ventajas. Pero mientras se alejaba me ha dicho algo:

- He jugado lo mejor que he podido y he perdido, he llegado a mi final, pero siento lástima por usted. Cada muerte de los hombres, le lleva de aquí para allá, usted es un velero sin timón, no decide, no tiene voluntad propia ni destino. Es el hombre quien tiene mandato sobre usted muerte. Cada vez que un hombre muere, dice: ¡Jaque! Y usted, está obligada a mover, en un eterno zugzwang.

martes, 20 de enero de 2015

Génesis apócrifo



Génesis apócrifo

“El secreto de mi universo es sólo imaginar a Dios sin la inmortalidad del hombre”

Albert Camus

"Tal vez la muerte de Dios ha sido más prematura de lo que pensábamos"

Magnus Bolfort 


Y Dios creó al hombre, a su imagen y semejanza, con amor lo creó del barro y le insufló vida. Varón y hembra los creó para que fructifiquen y llenen la tierra.
También Dios creó un huerto en Edén, y puso allí al hombre que había creado. Y plantó allí el árbol de la vida, y también el árbol de la ciencia del bien y del mal.

Un día Dios llevó al hombre y a la mujer ante  los árboles que eran más bellos que cualquier otra cosa que Dios hubiera hecho en la tierra.

 Y Dios les dijo: comed del árbol de la vida pues de esta forma serán inmortales y vivirán conmigo para siempre y la muerte no los tocará.

Y Dios también les dijo: y ahora comed del árbol de la ciencia, del bien y del mal, así vuestros ojos se abrirán y conoceréis el bien y el mal, y conoceréis la ciencia y por ella las leyes de la naturaleza y obtendréis el dominio del universo todo.

Entonces el hombre caminó solo bajo las estrellas y conoció la soledad y el deseo. El deseo de poseerlo todo y de dominarlo todo, de crear y de reinar por sobre todos los seres, solo, por encima de Dios.

Una espada de fuego creó y levantó la mano contra Dios su creador, lo amarró al árbol del bien y del mal y de la ciencia y allí lo sacrificó. Por este crimen el hombre perdió la razón pero no la inmortalidad.

Han pasado muchas eras y el hombre aún camina confundido sobre la tierra, llevando su locura a los cuatro vientos, creyendo que es un ser racional y añorando ser inmortal.

Matusalén




Matusalén

“Allí en el olvido, se encuentran la muerte y la inmortalidad”

Magnus Bolfort

Soy Hugo Moreno, son biólogo molecular, director del laboratorio de Investigaciones.

Hace cuarenta años comenzamos a trabajar en las moscas Drosophila melanogaster, intentando aumentar su longevidad. Una mosca de la fruta tiene un ciclo de vida de dos o tres semanas máximo. Nosotros seríamos dioses para los pequeños dípteros, un hombre puede vivir en promedio casi 4.000 semanas si llega a los setenta y cinco años de edad. Sería equivalente a vivir aproximadamente de mil trescientas a dos mil vidas de mosca. Imaginemos eso aplicado a nosotros, un ser que viviera dos mil vidas de ser humano, podría alcanzar los ciento cincuenta mil años. Tal vez ese no fuera nuestro objetivo, sólo queríamos vivir veinte, tal vez cincuenta años más con salud y sin enfermedades invalidantes, un inicio modesto algo que permitiera alejar las omnipresentes fauces de la muerte.

La modificación del gen azot sólo había sido el comienzo. Luego seguimos modificando el genoma de las moscas, agregamos una cuarta copia del gen azot, diseñamos telomerasas más activas en las células madre, seleccionamos células que pudieran repararse más eficientemente y diferenciarse conservando parte de su potencialidad regenerativo. Modificamos el gen p53 y el gen rb, para que fueran más activos en situaciones de stress y ante la más mínima señal de daño potencialmente catastrófico, inducir una apoptosis más rápida y potente. Insertamos sistemas de genes maestros que reportaran ante mutaciones en distintas regiones claves y detuvieran el ciclo celular. Otra modificación fue agregar varios  grupos de células madre que permanecieran silenciosas hasta cierta edad y que fueran activándose en forma sucesiva regenerando los tejidos en forma cíclica. De esta forma pensábamos emular el ciclo celular pero a nivel orgánico, reiniciando el organismo del individuo como un todo.

Así fuimos sumando decenas luego cientos y miles de modificaciones, un genoma sobre otro genoma. Sobre los mecanismos de control, más control, donde fuera necesaria regeneración potenciarla, cuando no se pudiera reparar, apoptosis. Prueba y error, y luego selección y nuevamente selección, criba sobre criba.

Sin darnos cuenta, un  día una mosca no sólo vivió cuatro semanas, ni cinco, fueron dos meses, tres meses y la pequeña mosca continuaba volando, comiendo y copulando. Era, más fuerte, más grande, más dominante y como no, más inteligente. Su descendencia era más longeva también pero por una razón desconocida, el viejo Matusalén (así lo habíamos denominado), seguía sobreviviendo a su prole. Cuando llegó al año descorchamos champán para festejar, éramos las grandes celebridades del mundo científico. Las tapas de Nature, Science y Cell, eran nuestras, la llave de una virtual inmortalidad estaba allí al alcance de la mano, en esa pequeña mosca, sólo había que encontrarla.

Al menos eso era lo que pensábamos, que ingenuos fuimos. Tratamos durante años, décadas, torturamos a la pequeña y maldita mosca, microbiopsias de tejidos, todas las semanas, secuenciación del ADN de todos sus tejidos y todas sus líneas celulares. Inclusive lo clonamos decenas, cientos de veces, realizamos el análisis de  la transcripción génica, también escrutamos el ADN no codificante y los ARN de interferencia, todo lo que conocíamos por aquel entonces, pero todo fue inútil. Sus clones eran muy  longevos pero terminaban muriendo, había alguna diferencia fundamental entre el original y sus copias.

El secreto concluimos estaba en el programa de desarrollo de la célula huevo, había que encontrar la secuencia de activación génica que había producido a Matusalén. Pero si esto era así significaba, que la inmortalidad de Matusalén era individual y única, como el orden de las pinceladas  de La Gioconda de Leonardo da Vinci. Tal vez en un futuro podríamos simular, hasta el último detalle, el desarrollo completo de una mosca en un súper ordenador, pero aún luchábamos con  un modelo aceptable de eucarionte unicelular.

 No nos desanimamos e intentamos replicar el mecanismo de la longevidad extrema en nematodos,  pero fracasamos. En el ratón y el pez cebra aún fue peor.

De eso hace ya casi cuarenta años, hoy me jubilo es mi último día de trabajo en el laboratorio donde el primer Matusalén, continúa viviendo.

Es un día soleado, el universo tiene sentido del humor, la mosca continúa volando y fecundando hembras, supongo que a su manera vive una vida feliz, mientras tanto ya ha enterrado a varios de mis colegas que trabajaban en el laboratorio y dentro de poco me enterrará a mí.

Bajo la atenta mirada de la nueva jefa de investigaciones, observo a Matusalén, por última vez, bajo la lupa. Tal vez los papeles se han invertido,  y ahora la pequeña mosca viva miles de vidas humanas  como un dios,  indiferente a nuestras preocupaciones y a nuestros problemas.

Mientras pienso todo esto observo los grandes ojos rojos de Matusalén, insondables y terroríficos, jóvenes como el primer día. Por un momento siento que la mosca me observa a mí, y que yo soy su objeto de análisis. Nunca había sentido esto, me falta el aire, me mareo y aparto rápidamente la vista del microscopio. Rápidamente me siento mejor, todos son muy amables con el pobre viejo, mientras me recupero se llevan al insondable Matusalén que se ha convertido él mismo en una rara curiosidad, como un viejo manuscrito indescifrable que a casi nadie interesa, tal vez sea el precio de la inmortalidad, el olvido.

Pienso que dentro de poco ya nadie me recordará y estaré muerto, seré olvidado por todos, tal vez excepto por Matusalén que es inmortal.

Me marcho del laboratorio arrastrando los pies, estoy muy cansado y viejo, el sol cae rojo, furibundo,  como un gigantesco ojo de drosophila que me persigue.

lunes, 19 de enero de 2015

El otro lado



El otro lado

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”

Jorge Luis Borges

“Cuando uno se queda sólo y comienza a pensar y a escribir, descubre que la realidad está llena de grietas y que desesperadamente hay que llenarlas. Pero es una mera ilusión, la realidad es una delgada capa de hielo fragmentada sobre un río de nada. ¿Qué dios tan terrible pudo haber creado un mundo así?”

Magnus Bolfort

Desde que compré esta casa en el delta, para alejarme definitivamente de la ciudad, el pequeño bote de remos ha estado a la merced de la corriente y las mareas.

Miro desde la ventana, parcialmente cubierta por un sauce, el lento arrastrarse del rio por su cauce como si le costara seguir con su camino y quisiera detenerse y sentir cada centímetro de tierra. El río cuando nace imagina el lejano mar y a veces voluptuoso corre alocado y potente,  sin temor, pues es joven y el mundo es ancho y desconocido. Pero frente a mi casa, a veces el viento trae el rumor del mar y el aire huele a sal. Aquí el río, presiente su destino y corre despacio, deteniéndose en cada detalle, en cada sauce y en cada curva.

El pequeño bote continúa empecinado en soltarse, veo como se mueve impaciente en busca de nuevos rumbos.

Nunca estuve del otro lado del rio, con sus enormes árboles, sombrío y cerrado a las miradas de los cada vez más escasos turistas.

Abro la puerta de la pequeña casa y sin saber casi lo que hago, ya me encuentro remando en dirección al otro lado.

Mis brazos flacos de oficinista, se despiertan lentamente con el ruido del agua y los remos. El sol por primera vez en muchos  días, borra la bruma de mi cara y sin darme cuenta rio casi a pesar mío.

Remo hasta casi quedar extenuado, el sol brilla en lo alto y las nubes en el cielo siguen su propio río, tal vez sin darme cuenta sigo un río secreto mientras atravieso otro de aguas oscuras.

 ¿Me daré cuenta cuando llegue a mi mar?

Del otro lado del río desembarco, y camino por un sendero abandonado. Los árboles parecen cerrar filas ante el intruso. A pesar de sus esfuerzos, logro abrirme paso y a lo lejos puedo ver una casa semiderruida y cubierta de vegetación pero que aún conserva parte de su antiguo esplendor.

Sin saber la razón  me quedo a vivir allí, camino por el jardín descuidado hace largo tiempo y descubro la fuente del fondo. Allí descansa de tanto vuelo un viejo Cupido olvidado que parece recuperar la sonrisa al verme. Reparo la fuente y la limpio, el susurro del agua vuelve a tocar su antigua música nunca repetida y los ecos se repiten cristalinos llenando la casa mientras la fuente devuelve facetas del cansino andar de las nubes.

Los pájaros vuelven y visitan el anticuado jardín, mientras el viento llena la vieja galería, que lentamente se cae a pedazos.

Observo el río, mientras el bote atado, incansable con urgencia quiere liberarse.

Estoy del otro lado, solo, con mi conciencia, que tal vez sea un mero reflejo secreto, un artificio. El universo parece apunto de revelarse a sí mismo pero es sólo una ilusión.

Los espejos de la casa, oscuros, devuelven oscuridad y vacío, por un segundo siento miedo, cuando la sombra del sauce cruza la ventana. La oscuridad y el miedo están conectados, pero a veces sólo la luz puede ser más terrorífica y mucho más mortal, es un instinto atávico, inmemorial. Ahora sé que si la luz me alcanza voy a desaparecer completamente, moriré.

Estoy del otro lado pero me pregunto, mientras las nubes y el río continúan su lenta carrera y todo cambia y nada cambia, si la realidad, el espacio y el tiempo son sólo otro espejo, otro lado del río.

Llueve suavemente, lentamente, una lluvia de verano. El viento levanta algunas olas perezosas y lo observo todo a través de la ventana, mientras unas gotas  resbalan y ya no siento nada.

El bote ya no está, por fin se ha liberado, y yo me quedo a vivir del otro lado.