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miércoles, 14 de enero de 2015

El último niño



El último niño

 “Lo que pongas en los primeros años de tu vida quedará en ella hasta más allá de la muerte”
 
Anónimo


“Si dios existe  y es omnipotente, entonces estamos en la mente de dios, somos niebla una irrealidad, una nada. Hasta la muerte es una ficción, no hay nada privado ni único, nada irrepetible. ¿Hay acaso un peor castigo?”


Magnus Bolfort


El niño parece estar solo en la habitación, camina sobre la cama vacilante mirando más allá de lo que era una ventana. Aparenta estar esperando a alguien, asustado y maravillado a la vez de estar solo. Se baja apenas alcanzando el piso desde la cama, camina con sus piececitos, hasta lo que quizá era la puerta de salida de  la casa y la mira ladeando la cabeza, pero nadie llega.

Cansado de esperar vuelve  a la cama subiendo con esfuerzo, allí se para haciendo equilibrio con sus piernas regordetas sobre el blando colchón. El jardín más allá de la ventana seguía allí. El niño repite  esto varias veces, cada vez más rápido y más angustiado, llorando, hasta que se hace de noche. Finalmente, sobre la cama se duerme, cansado, respirando entrecortadamente y llorando.

La imagen creada por un proyector de realidad, cambia y se hace borrosa. Vemos entonces que el paisaje es otro, estamos en un bosque ralo, el perfume de las hierbas, a la tierra y el compost, se sienten profundamente. Hay mucha humedad y hace calor, el niño camina solo y cada color y cada olor es nuevo, la sensación es embriagante y de asombro, pero lejana y antigua, como la del hogar olvidado hace largo tiempo.

La imagen y las sensaciones se desvanecen y el cuarto se iluminaba  en medio de un ruido blanco.

Los dos seres, altos y enjutos parecen estar en un estado de conmoción profunda. Ambos aparentan ser increíblemente viejos, aunque no tienen  arrugas, ni nada que denote su edad, es sólo una sensación, un aura. El más alto, viste una túnica azul, el otro más pequeño, lleva una túnica roja.

El proyector  de realidad permite revivir una y otra vez las sensaciones, pensamientos y emociones, era estar allí, los seres habían sido realmente ese niño.

-Es todo lo que tenemos- dijo con esfuerzo el ser, de túnica larga y roja-. Son los  únicos recuerdos que hemos podido rescatar del cerebro. Los tejidos han estado en hibernación demasiado tiempo, pero la huella de estos recuerdos era tan profunda que es lo único que queda.

A pesar de lo degradadas que están las imágenes, las sensaciones, los olores, la angustia y el asombro, todo está allí, irrepetible pero lo hemos preservado para siempre, no tenemos nada como esto, no al menos desde hace veinte mil años.

-¿Cuál sería su valor?- dijo, el otro ser más alto que vestía una túnica azul-.

-Incalculable-respondió, el de túnica roja que parecía un técnico-. Nadie ha visto a un niño, ni sentido sensaciones como estas desde hace milenios.

-¿Por qué la primera secuencia de imágenes se observa en tercera persona y la escena en el campo en primera?- dijo, el ser más alto-.

- Creemos que las imágenes en tercera persona donde se ve al niño, son la reelaboración de un recuerdo- afirmó, el subordinado-. Es decir, el niño que vemos es el adulto viéndose a sí mismo cuando niño, o mejor dicho que imagina verse a sí mismo. El origen de este recuerdo, está en una situación real. Lo que ocurre es que probablemente este ser, durante su vida, ha elaborado esta situación una y otra vez, debido a la importancia para el sujeto. Seguramente lo que estamos viendo es una representación muy posterior, a los hechos que ocurrieron originalmente. Pero seguramente esa sensación de soledad y angustia iniciales, de estar separado de sus padres debieron ser muy importantes para él posteriormente.

-¿Han datado ya el cuerpo y las instalaciones?- dijo el ser de túnica azul, que claramente manejaba la situación-.

-Por la tecnología utilizada en la conservación del cuerpo, probablemente podemos ubicarlos en el siglo veintidós o veintitrés, es decir son obviamente anteriores a la gran catástrofe- dijo, el ser de túnica roja, que pareció estremecerse al verse obligado a nombrar el antiguo mal que había asolado al planeta-.

¿Qué haremos con los recuerdos? ¿Los venderemos?-preguntó, luego de recuperarse-. Podemos desarrollar un compuesto de rápida oxidación que no pueda ser copiado. Podríamos vender millones de dosis. Luego podríamos desarrollar niños artificiales basados en estos recuerdos, ganaríamos una fortuna. Los recuerdos seguramente crearán la necesidad compulsiva de tenerlos.

- No, sería muy arriesgado-dijo, el ser más alto-. Podrían extraer el recuerdo, de un cerebro artificial, mientras le aplican la droga, no sería perfecto, pero sería suficiente. La idea de vender niños artificiales es muy interesante y peligrosa. Sería regresar a una forma de vida que ya hemos abandonado, despertar emociones olvidadas podría tener consecuencias impredecibles. Las circunstancias y la evolución han dejado atrás todo lo que hemos observado y sentido, es mejor así.

Mantendremos en nuestro poder la información- continuó-. En caso de que sea necesario utilizar estos recuerdos, nosotros nos reservaremos el poder de utilizarlos. Tal vez sea necesario en algún momento para revitalizar o manipular a la población. Ahora retírate, buen trabajo y no es necesario recordarle que todo esto es absoluto secreto, cualquier filtración de la información conlleva ya sea el borrado completo de la memoria, reprogramación o destrucción del hardware-cuerpo.

El ser de túnica roja, se retiró realizando una profunda reverencia.

En la soledad de la sala el ser de túnica azul, extendió una mano pálida y de larguísimos dedos sobre una esfera cristalina. La habitación se oscureció, y el proyector de realidad llenó la estancia.

El niño observaba la ventana, y a través de la impresión neural, el extraño ser  era, una vez más, el niño que observaba con avidez el jardín oscuro y el mundo que se intuía más allá de la vieja ventana.

La sensación de angustia, soledad y maravilla formaban un momento privado, único, separado e inaccesible para dios. Todo era posible a partir de allí.

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