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jueves, 4 de diciembre de 2014

Canon circular



Canon circular

“Debes morir para aprender algo realmente importante, aunque efímero individualmente,  es esencial a nivel del grupo  una especie de código tanatogénico, una gota de agua en el estanque”

Magnus Bolfort

Voy a vivir un cuento, debo recordarlo.

Estoy leyendo un cuento en este preciso momento.

Soy el portador del hacha de sílex, soy el que guarda el fuego, el que da luz y calor,  también defiendo la entrada a las cuevas donde el fuego oscuro pero inmortal  está en la piedra. Allí en la piedra viviremos por siempre.

Por la noche nos atacan, son más numerosos, son más fuertes. Toman el fuego de mi tribu todos yacen muertos, blancos y fríos, sus ojos sin vida…ya pronto me reuniré con ellos.
Antes de morir, veo a lo lejos un resplandor extraño, más brillante que el sol, el calor es insoportable, por un instante veo a alguien sentado bajo la sombra de un árbol, está quemado y me mira.

En  las sagradas murallas de Uruk, observo a Gilgamesh, rey y mago. Yo  soy un simple soldado que lo observa con admiración y secreta envidia. Dicen que el rey busca la vida eterna. Vana es su búsqueda, los dioses no permitirán que el hombre los desafíe.

Pocos años después muero en un rincón de la ciudad, viejo y solo, pero aún veo a Gilgamesh cubierto con el manto de estrellas, joven como aquel lejano día en las murallas.

Marchamos por tierras desconocidas, acosados por los  persas.   Juliano  el emperador que ha vuelto a los antiguos dioses,  marcha a la cabeza de la columna   seguro  de sus fuerzas.
Pero es  inútil no hay vuelta atrás, los antiguos dioses se han marchado. El remolino del  tiempo nos arrastra a todos.

Nos atacan en la retaguardia, en su apuro por acudir a la batalla Juliano no lleva su armadura y  en la confusión de la lucha, una  lanza se clava en su costado. Tal vez he sido yo el que a traición ha herido de muerte al emperador, tal vez he sido yo el inútil instrumento del tiempo.

La noche sin luna presagia nuestra muerte. Estamos cerca de Adrianópolis,  hace sólo unos días pasé la noche con una bella mujer, pero hoy moriremos. Los godos nos rodean, el emperador yace muerto en el medio del campo de batalla, tal vez sea el fin del imperio. Hemos resistido y combatido durante más de un día, estoy herido igual que todos mis camaradas, estamos rodeados de pilas de cadáveres no podemos escapar.

La caballería goda, ataca con uno de sus jefes a la cabeza, es el fin, a último momento el general Lucio salta fuera del grupo y con una lanza  ataca la cabeza del jefe, que tira violentamente de las riendas y cae estrepitosamente al suelo. Los godos se desbandan y atacamos.

Lucio parece Julio César, tal vez el emperador haya muerto pero quizá podamos retroceder, escaparnos y guarecernos en las murallas de la ciudad.  Siento que algo está fundamentalmente mal, en ese instante Lucio cae abatido por una  flecha. Mis manos sostienen un arco ¿Pero he disparado la flecha?

La noche oculta los muros, estamos en una ciudad,  regida por la Loba y Marte, corro con un grupo de soldados y abrimos las puertas, los barbaros entran y comienza el saqueo. Todo es consumido por el fuego.

La galera se hunde, estoy atrapado, mis pulmones se llenan de agua pero veo la Cruz de Borgoña, vencedora en el golfo de Lepanto. He salvado a mi compañero, pero él me ha abandonado, moriré en estas aguas. A último momento del fuego y el humo surge un infiel, me ve pero no me deja morir, me ayuda, trata de liberarme, no entiendo lo que dice ¿Pero cómo podría vivir sabiendo que me ha salvado un monstruo? Mi salvador se derrumba, un puñal se ha clavado en su espalda. EL agua ya me llena la garganta y las fosas nasales.

El tanque se acerca, se escuchan imperativas las voces de los soldados.  Estamos muy débiles para huir, hace meses que sobrevivimos comiendo ratas y basura. Stalingrado está destruida se pelea en cada calle y cada casa. Nunca me parecieron tan infantiles las descripciones del infierno.

 Nos han encontrado, moriré en este agujero con mi familia. Tengo que distraerlos, tengo que alejarlos de mi esposa y los niños, salgo corriendo, grito…el tanque se desvia, apunta sus ametralladoras, dispara.

Camino por  la ciudad, los años de la guerra han sido muy difíciles, pero pronto terminará. EL templo está vacío, es el 6 de agosto de 1945. Disfruto de la sombra del Ginkgo, en un instante todo es fuego. EL humo no me deja ver nada, estoy quemado y sangrando, todo me da vueltas, cerca mio hay un hombre muy extraño está herido, lleva pieles encima y un hacha de piedra, me observa. EL ginkgo sobrevive, yo muero a los pocos días.

Gotas de lluvia, sólo algunas gotas de lluvia, que se llevan y lavan todo,  inclusive el hongo atómico.

He visto el hongo maldito, en Marte y más allá en planetas aún no descubiertos, no nombrados.

Estoy leyendo un cuento, soy el lector pero también de cierta forma soy el protagonista, en cierta forma también soy su autor. Solo debo morir para terminarlo, solo debo morir  para ingresar en él.

Estoy leyendo un cuento en este preciso momento.

Voy a vivir un cuento debo recordarlo.

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