El cometa llegó sin aviso y los seres humanos no
levantaron la vista al cielo, como habían hecho sus antepasados.
Vieron al cometa acercarse por pantallas planas, pantallas flexibles, pantallas transparentes y pantallas virtuales, pero los humanos ya no miraban el cielo con sus ojos desnudos.
Los seres humanos ya no hablaban entre ellos, enviaban
mensajes por sus teléfonos celulares, por sus computadoras, por sus
innumerables artificios de la tecnología. No eran mudos, pero ya no usaban sus
cuerdas vocales.
El arte de la conversación, se limitaba a un par de
gruñidos de reconocimiento, cuando los humanos se veían obligados a compartir
el mismo espacio.
Pantallas para ver, pantallas sensibles para comunicarse.
Cuando el cometa prácticamente pulverizó la superficie
del planeta, la red se llenó de gritos, pero no se escuchó ningún sonido.
Emoticones de dolor, desesperación, impotencia y
liberación, llenaron la inconmensurable red, pero el planeta murió en silencio.
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